

Los faros, desde el mítico Faro de Alejandría hasta las estructuras modernas, han sido símbolos de guía, seguridad y encuentro. En Argentina, el Servicio de Hidrografía Naval administra 62 faros a lo largo de más de 4.000 kilómetros de litoral marítimo, catorce de los cuales han sido declarados Monumento Histórico Nacional. Estas estructuras no solo cumplen funciones técnicas de señalización nocturna y climática, sino que también encarnan un vínculo entre lo tangible y lo simbólico.
El Palacio Barolo, inaugurado en 1923 y declarado Monumento Histórico Nacional, fue la obra visionaria del arquitecto Mario Palanti. Inspirado en la Divina Comedia de Dante Alighieri, el edificio se organiza en tres secciones: Infierno, Purgatorio y Paraíso, siendo el faro ubicado a 100 metros de altura la representación del Paraíso.
Esta estructura de hierro y vidrio alberga una luminaria que originalmente emitía 300.000 bujías y hoy funciona con una lámpara de 5000 watts. El faro, que se alinea con la Cruz del Sur, se ha utilizado a lo largo del tiempo para transmitir mensajes clave: desde el resultado del combate entre Firpo y Dempsey en 1923, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945. En 2010, fue nombrado Faro del Bicentenario Argentino.
El jueves 7 de agosto, de 18:30 a 20:30, el Palacio Barolo abrirá sus puertas con una agenda pensada para revalorizar su faro urbano. La jornada incluirá:
Una charla en la terraza del Salón 1923, a cargo de Mariana Uberti, coordinadora de guías de Palacio Barolo Tours, quien disertará sobre el simbolismo de los faros en la arquitectura y el proceso creativo de Palanti.
El encendido del faro, visible en todo su esplendor desde la cima del edificio.
Un workshop de serigrafía en el piso 16, a cargo de la artista plástica Flor Labanca, donde los asistentes podrán estampar su propia imagen del faro y disfrutar de una copa de vino.
Las actividades son con cupo limitado y la inscripción se realiza a través de la cuenta oficial de Instagram de la Fundación Amigos del Palacio Barolo.
Para Martín Mallo, responsable de comunicación de la Fundación, este evento “pone el foco sobre el único faro urbano de Buenos Aires, que fue pensado como un gesto de bienvenida para los inmigrantes que llegaban al país tras las guerras europeas. No fue creado para la navegación, sino para la comunicación simbólica y cultural”.
“Estas torres trasladan el concepto del faro marítimo al ámbito urbano. Son señales de identidad, encuentro e integración”,
afirma Mariana Uberti.
Además de su función lumínica, el Barolo representa una hazaña arquitectónica, ya que fue el edificio más alto de Latinoamérica al momento de su inauguración y uno de los primeros en incorporar hormigón armado como estructura principal.
El Palacio Barolo mantiene una relación conceptual con el Palacio Salvo de Montevideo, también diseñado por Mario Palanti. Ambas torres comparten similitudes estructurales y el uso de un faro en su cúpula como símbolo de conexión entre ciudades hermanas. El arquitecto Fernando Carral, quien restauró la luminaria del Barolo, actualmente trabaja en la reparación del faro del Salvo, estrechando aún más el vínculo.
Durante su esplendor, estos edificios se erigieron como símbolos de progreso y modernidad, iluminando de manera simbólica la entrada al Río de la Plata.
Como parte de las actividades del mes, el viernes 23 de agosto se desarrollará “Arte Impreso en las Alturas”, una jornada enfocada en técnicas tradicionales de impresión en el histórico Estudio 300, donde funcionaron los Cursos Libres de Arte Plástico dirigidos por Raquel Forner.
La jornada contará con:
Una charla de la historiadora del arte e investigadora del CONICET, Georgina Gluzman, sobre la obra de Forner.
La participación de la diseñadora gráfica Paula Léonie Vergottini, especialista en impresión tipográfica.
Un taller práctico con prensa antigua, abierto al público.
Las actividades del Día Mundial de los Faros son una oportunidad para reconectar con el patrimonio arquitectónico y simbólico del Palacio Barolo, no solo como testigo del pasado, sino también como un faro cultural activo, que sigue proyectando su luz sobre la historia, el arte y la identidad de la ciudad.
Desde su terraza hasta sus talleres gráficos, el Barolo se afirma como un espacio que ilumina nuevas formas de ver y habitar Buenos Aires.