

En la esquina de Monseñor Benavente y López de Gomara, donde Domingo “Mingo” Sentinelli creció junto a su familia, funciona hoy “Café con Historia”, el primer café de Guaymallén con elaboración casera propia y 100% sin gluten.
El proyecto está liderado por Isabel de la Torre, quien proviene de una familia de panaderos y que, tras ser diagnosticada con celiaquía hace más de 12 años, decidió transformar la necesidad en una oportunidad.
“Siempre quise poner un cafecito”, recuerda Isabel, quien además de ser la creadora de cada receta, buscó ofrecer un lugar cálido, saludable y familiar.
La cocina de Café con Historia es libre de gluten y cumple estrictos protocolos de higiene. Isabel adapta recetas a medida: sin azúcar para diabéticos, sin lácteos, vegetarianas, veganas o keto.
Entre las delicias que ofrece se destacan:
Panes lactales sin azúcar.
Budines especiales.
Alfajores de maicena cuadrados, con opción de baño de chocolate negro o blanco.
Tortas y sándwiches de miga aptos para celíacos.
“Primero escucho a cada cliente, le pregunto qué sueña con volver a probar, y después lo preparo con seguridad y sabor”, asegura Isabel.
Adaptan recetas a medida: sin azúcar para diabéticos, sin lácteos, vegetarianas, veganas o keto
Para completar la propuesta, la pareja se capacitó como baristas. Fue Mingo quien investigó hasta conseguir un café colombiano de alta gama, considerado entre los mejores del mundo, tostado con estándares de especialidad.
“No vendemos un cortado: vendemos café. Nos gusta explicar el origen y la forma de tomarlo para apreciar sus aromas y sabores”, explica Domingo.
Domingo “Mingo” Sentinelli
El local mantiene la esencia de la casa familiar: muebles reciclados, objetos antiguos y piezas con historia. Mesas y barra fueron hechas por Mingo con madera de pallets recuperados, mientras que la vajilla, las lámparas y hasta un gramófono real provienen de sus familias.
Las paredes lucen cuadros y objetos que evocan la tradición mendocina, gauchesca y bodeguera. Todo en el espacio tiene un sentido: desde las duelas de la bodega de su bisabuelo hasta los viejos teléfonos fijos que aún funcionan.
“Quisimos que todo lo que vean tenga historia. Isabel fue la gestora y yo la acompaño. Siempre buscamos ofrecer algo bueno, pero bueno y rico de verdad”, concluye Sentinelli.